Los tradicionales sectores de inversión vuelven al foco de atención para los inversores. Un punteo de las áreas en auge.

Actualmente, los inversionistas de grandes patrimonios están reconfigurando sus estrategias de inversión, debido a la necesidad de enfrentar un escenario atravesado por la volatilidad, la incertidumbre y las tasas de interés en constante ajuste.
Uno de los cambios más notorios en la gestión de activos de alto valor neto es el regreso a apostar a los “hard assets”, o activos tangibles, como bienes raíces, metales preciosos, arte y recursos naturales.
Este nuevo “movimiento” financiero surge como respuesta a una combinación de factores económicos y geopolíticos que restablecieron el atractivo de estos activos, en contraste con la volatilidad de los mercados financieros tradicionales.
En este sentido, el especialista financiero Fernando Boudourian asegura que no hay inversión sin riesgo, pero sí formas de minimizarlo. De aquí el cambio estratégico que se presenta.
Los hard assets, resurgieron como refugio financiero
Desde tiempos inmemorables, los activos tangibles son utilizados como refugios seguros en periodos de crisis e inflación. Durante la década de 1970, por ejemplo, la alta inflación llevó a una fuerte inversión en bienes inmuebles y oro.
En la actualidad, se presenta una situación similar y esto está incentivando una reorientación de las estrategias patrimoniales hacia estos instrumentos. Uno de los motivos es la constante inflación de las economías desarrolladas, que deterioró el poder adquisitivo de las monedas fiduciarias y aumentó la volatilidad en los mercados bursátiles.
En este escenario, los grandes inversionistas buscan activos que les den estabilidad y protección ante la devaluación monetaria.
Y son los bienes raíces que vuelven a estar en alza, para los inversionistas, ya que en la actualidad, los patrimonios de alto valor neto están reconsiderando su posición en el sector inmobiliario.
Por esto, están apostando por propiedades de alto nivel, en ubicaciones estratégicas y activos que generen ingresos pasivos estables, como los centros logísticos y el sector residencial de lujo, como así también las propiedades comerciales.
También los metales preciosos vuelven a estar dentro de los “hard assets”. Son el oro y la plata los refugios de valor en tiempos de crisis y lo son ahora.
El oro, en particular, tuvo un repunte en su demanda por parte de bancos centrales y fondos soberanos que buscan reducir su dependencia del dólar estadounidense. Además, el aumento de la incertidumbre respecto a los mercados de deuda impulsó a los patrimonios de alto valor neto a diversificar en activos físicos.
Por supuesto que el arte y los coleccionables también son parte de esta selección. Son una alternativa atractiva para la diversificación patrimonial. La digitalización y la tokenización impulsaron las oportunidades en este segmento, permitiendo que los inversionistas accedan a activos fraccionados y liquiden posiciones con mayor facilidad.

Los grandes patrimonios se inclinaron en su participación en arte como una estrategia de preservación de capital, beneficiándose de su apreciación que se tendrá en el futuro, y de su descorrelación con los mercados tradicionales También los coleccionables, como vinos finos, automóviles clásicos y relojes de lujo, son vehículos de inversión.
Por último, dentro de los “hard assets” se posicionan los recursos naturales, como una opción estratégica. La transición energética global y la demanda de minerales críticos, como el litio y el cobalto, son el foco como activos para los grandes inversionistas.
En este sentido, la vuelta de los “hard assets” no es una tendencia pasajera, sino que refleja un nuevo cambio estructural en la gestión patrimonial, impulsado por inflación constante,la volatilidad financiera y cambios en la economía mundial.