La esperanza de vida creció y además de impactar en diversos sectores lo hace en lo económico, requiriendo una nueva planificación financiera.

La esperanza de vida se extiende de acuerdo a los avances científicos, médicos y tecnológicos, y esto lleva a un cambio respecto a la planificación financiera tradicional, que se enfrenta a un nuevo paradigma: la longevidad extrema.
Vivir más de 100 años ya no es un imaginario imposible, sino que es un hecho para parte de la población mundial, especialmente en economías desarrolladas. Esta realidad lleva a plantear un nuevo diseño de portafolios de inversión que garanticen no solo la sostenibilidad del capital a lo largo del tiempo, sino también la calidad de vida durante décadas adicionales de retiro.
La longevidad es un hecho que lleva a cambios financieros
Un análisis de la Organización Mundial de la Salud indicó que el número de personas mayores de 100 años se duplicó en las últimas dos décadas, y las proyecciones indican que esta tendencia será sostenida.
En este escenario, una de las áreas que requiere un replanteamiento integral es la financiera desde el modelo de retiro hasta la arquitectura de los portafolios financieros. Las herramientas tradicionales diseñadas para una jubilación de 20 a 25 años ya no están alineadas a una realidad que puede duplicarse.
Uno de los principales desafíos ante esta transformación demográfica es la necesidad de mantener portafolios líquidos, diversificados y resilientes durante un período de tiempo más largo de lo previsto. En este sentido, la diversificación es de gran importancia en cualquier estrategia de planificación de inversión, según indica el especialista financiero Fernando Boudourian.
Lo cierto es que la nueva expectativa de vida llevó a reformular la gestión patrimonial y surgió el modelo financiero llamado portafolios longevos, que contiene estrategias de inversión para acompañar a los individuos a lo largo de sus extensas vidas.
Este tipo de portafolio se enfoca en usar herramientas de gestión patrimonial multigeneracional, planificación fiscal dinámica y una visión de los ciclos de vida, alineados con esta necesidad de preservar el patrimonio.
El factor de gran relevancia es el poder dejar atrás la visión tradicional de “acumulación hasta el retiro y luego distribución“, para tener enfoque cíclico el cual tenga acumulación, transición y regeneración de capital en múltiples fases vitales.
En este sentido, se necesita planificar un portafolio longevo que tenga una diversificación más allá de los activos tradicionales de renta fija y variable. Por ello, los activos reales, como bienes raíces, infraestructura, capital privado y commodities estratégicos, tienen un importante lugar como mecanismos de protección ante la inflación y generadores de rentas estables en el largo plazo.
Asimismo, la incorporación de activos que ofrezcan crecimiento orgánico, como acciones de empresas con modelos de negocio sostenibles y escalables, es de gran importancia para equilibrar el impacto de la inflación compuesta a lo largo de varias décadas.
Este enfoque es de gran utilidad en la etapa de desacumulación ya que se evita ventas forzadas de activos.
Sin embargo, el desafío de los portafolios longevos es la gestión activa del riesgo a lo largo del tiempo. Ya que no solo es necesario analizar la volatilidad de corto plazo, sino que se debe considerar riesgos sistémicos, de longevidad y de secuencia a largo plazo.
En este sentido, el bucketing o segmentación temporal del portafolio gana relevancia ya que se asignan diferentes tipos de activos a distintos horizontes de gasto futuro, ganó gran importancia como herramienta para minimizar estos riesgos.
Sin embargo, el funcionamiento correcto de un portafolio longevo está relacionado con la educación financiera de los individuos y de su capacidad para tener una mentalidad de ahorro a lo largo de toda la vida activa. En lugar de planificar el retiro como una fase terminal, se propone que es necesario hacerlo como una transición continua.
En este escenario, se propone tratar la longevidad no como una amenaza para las finanzas sino como una oportunidad para redefinir la relación entre tiempo, dinero y propósito.
La planificación inteligente, el acceso a herramientas de inversión adecuadas y una visión estratégica de largo plazo son claves sobre los que se construyen portafolios preparados para acompañar una larga vida.