La fiscalidad de los criptoactivos, el desafío para los patrimonios digitales

Ilustración conceptual de monedas digitales como Bitcoin y Ethereum con gráficos financieros, representando el desafío fiscal de los criptoactivos.

Se atraviesa un auge en el uso de bienes digitales y si bien sus beneficios son diversos, la regulación es una cuenta pendiente. 

El Bitcoin y el Ethereum son los criptoactivos más utilizados en el mundo, y aunque solo se nombren dos, hay una gran lista de monedas digitales que se utilizan a nivel global que lograron abrir las fronteras en la inversión y la gestión patrimonial, ofreciendo una alternativa de diversificación en la era digital. 

Junto a su gran crecimiento y popularidad, surgen  complejos desafíos en el ámbito fiscal, que preocupan tanto a inversores y gestores de grandes patrimonios ante las escasas regulaciones, que pueden generar riesgos. 

La regulación, la barrera en la moneda digital

En 2008 se lanzó la primera criptomoneda, el Bitcoin. Si bien todo a su alrededor creó incertidumbre al tratarse de un bien digital sostenida por los usuarios, poco a poco ganó terreno entre los inversores. Ante la popularidad y la visión a futuro, surgieron otras tantos que impactan de igual manera.

Ahora, se trata de un bien que ganó gran terreno y brinda diversas oportunidades en lo que respecta a la gestión de patrimonios. Las criptomonedas son utilizadas para la diversificación de cateras, para estrategias fiscales y planes sucesorios. 

No obstante, la  fiscalidad de los criptoactivos es un área uniforme en todo el mundo, ya que cada país tiene una adaptación de acuerdo a su marco regulatorio para abarcar estas innovaciones financieras. 

En Estados Unidos, por ejemplo, el Servicio de Impuestos Internos considera los criptoactivos como propiedad, lo que significa que cada transacción genera un evento imponible sujeto a impuestos sobre ganancias de capital. En cambio,en la Unión Europea se está trabajando hacia una regulación más armonizada bajo el Reglamento de Mercados de Criptoactivos, que busca establecer directrices comunes.

En América Latina, la situación es distinta porque el auge está emergiendo por sectores, debido a los altos niveles de inflación y la falta de acceso a sistemas bancarios tradicionales por lo que el camino de la regulación y fiscalización recién comienza, por lo que la informalidad predomina.  

Ante este escenario, las tendencias fiscales para el uso de las criptomonedas son diversas, entre ellas se destacan la colaboración internacional, siendo que entidades buscan estandarizar el intercambio de información sobre transacciones de criptoactivos entre países, imitando el sistema de transferencias bancarias offshore. 

También, la gestión fiscal con el uso de inteligencia artificial es una de las soluciones para que los inversores cumplan con sus obligaciones fiscales ya que se puede calcular impuestos, generar informes y optimizar estrategias fiscales en tiempo real.

En este panorama, la fiscalidad de los criptoactivos representa una intersección entre innovación financiera y regulación de los gobiernos. 

Invertir en asesoramiento especializado, adoptar tecnologías avanzadas y mantenerse informado sobre cambios regulatorios son aspectos importantes para aprovechar las ventajas de los criptoactivos y minimizar riesgos. El equilibrio entre el cumplimiento fiscal y la optimización de beneficios será fundamental  para gestionar patrimonios digitales de manera correcta.