La producción nacional de vinos comunes era en 1900 el 60% del consumo; ella alcanzaba entonces a 115 ml kilolitros; en 1920 había aumentado hasta 500 mil, y en 1929 llegaba a su máximo de 836 mil. Medidas adoptadas posteriormente a fin de “regular” la producción, la redujeron paulatina y considerablemente. El consumo interior, del que a partir de 1910 desapareció prácticamente la importación, era a principios del siglo de poco más de 40 litros por habitante: logró su máximo de 71 hacia 1926, para descender luego a 58 y 50 respectivamente en los dos últimos años de la decena. La Argentina ocupaba con ello el cuarto lugar en el mundo en lo referente al consumo unitario.

La producción de Mendoza ha continuado exteriorizando la magnitud de la industria vinícola nacional; sin perjuicio del progreso de la producción de San Juan y de la incorporación de otras zonas, como Río Negro y Neuquén, el porcentaje de la suya era el 75 % del total producido en el país en 1900, lo mismo que en 1929; la de San Juan era el 20 y la del Río Negro y Neuquén el 1,5%. El resto era fabricado por numerosos establecimientos ubicados en las zonas más variadas, pero cuya finalidad no consistía más que en satisfacer al consumo de su estricta vecindad. La producción mercantil en su más extenso sentido corresponde a las zonas mencionadas anteriormente. Hacia principios de este siglo la Administración de Impuestos Internos, había localizado 3.000 establecimientos productores.

El censo de 1914 halló 4.317 bodegas que representaban un capital de 182 millones de pesos y producían por valor de 85 millones. El número de bodegas aumentaba durante la década de 1920 en forma paralela a la producción de vino; en el año central de ella, aquéllas eran más de 5.000. El censo de 1935, es decir antes de practicarse la “regulación” de la producción y en consecuencia de la sanción de la ley que dispuso y reglamentó la eliminación de cepas, el número de bodegas se había reducido a 1.692: de ellas 848, igual al 50,5%, estaban ubicadas en la provincia de Mendoza y 249, igual a 14,8 %, en la de San Juan. 

El grado de concentración de las bodegas era por supuesto muy elevado; ellas ocupaban 5.628 obreros, pero si se excluyen los 970 establecimientos carentes de ellos, el resto se divide en 708 que ocupan menos de 50 obreros, 7 que ocupan entre 50 y 100 y 7 que ocupan entre 100 y 500 obreros; son particularmente notables 3 bodegas que ocupan en promedio 304 obreros cada una. Consideradas desde el punto de vista del monto de la producción, resulta que 1641 establecimientos producen anualmente mercancías por un valor inferior a 100 mil pesos cada uno; 47 por un valor comprendido entre 100 y 500 mil y cuatro por más 500 mil.

El valor de la materia prima adquirida por este conjunto de establecimientos alcanzaba a 18,5 millones de pesos y el valor de la producción a 30 millones. Los 5.628 obreros ocupados percibían 980 pesos anuales o sea un sueldo mensual medio de 82 pesos y sus 765 empleados técnicos y administrativos, uno de 250 pesos mensuales. El capital constante de esta industria alcanzaba a 132 millones de pesos y los sueldos y jornales abonados a 7,7 millones.