De los factores que determinan el aumento de población, el crecimiento vegetativo y la inmigración. Aparecen ahí dibujadas las 3 curvas, la de inmigración, la de emigración y la de los saldos, cuyas ordenadas son la diferencia entre las de las dos anteriores. Las hemos construido en base a su variación quinquenal a partir de 1857; es decir que, en la abscisa correspondiente al año 1860, hemos acumulado los hechos propios de cada una ocurridos entre 1867 y 1860; en la del año 1865, los ocurridos entre 1860 y 1865 y así sucesivamente. Se puede observar primero, que las curvas representativas de la inmigración y de los saldos son permanentemente paralelas, lo cual indica que ambos acontecimientos están solidariamente vinculados; quedan más trabajadores en el país cuanto mayor es el número de los que entran y recíprocamente; segundo, la curva que corresponde a la emigración es en general indiferente a las variaciones de los otros acontecimientos y esto de manera más patente entre 1880 y 1905, en los que además de permanecer insensible a las bruscas variaciones de los otros, queda dos veces por sobre la curva de saldos.

La curva de inmigración y también la de saldos presentan cuatro ciclos bien diferenciados; en el primero, que transcurre entre los años 1857 y 1880, la entrada de trabajadores crece hasta su máximo de 1875 y declina desde ahí hasta 1880.En la primera parte, los saldos son superiores a la emigración, en coincidencia con los ensayos de colonización realizados hasta 1868 y por intermedio de los cuales el reparto y adjudicación de algunas parcelas de tierra retuvo a numerosos pobladores; a partir de ahí y hasta que la campaña de 1879 expandió las áreas laborables quedaban en el país menos trabajadores que los que emigraban. El segundo ciclo se desarrolla entre 1880 y 1895; en su primera fase el crecimiento de la inmigración alcanzó límites considerables impulsado a la vez por la iniciación de las grandes construcciones y por las facilidades otorgadas por los bancos hipotecarios nacional y provincial; por su intermedio fueron fraccionados numerosos latifundios, si bien el encarecimiento de la tierra llegó a alturas insuperables en apariencia; la segunda fase de este ciclo se cumple bajo la imposición de liquidar la crisis del 90 y ello se traduce por un descenso muy marcado en el número de inmigrantes y en el de los trabajadores que quedan en el país. El tercero se desarrolla entre 1895 y 1920 y abarca en su fase ascendente todo el proceso de expansión de la agricultura, de la refinación del ganado y del frigorífico; su punto máximo ocurre hacia 1910 y acusa la entrada en el quinquenio precedente de 1.2 millones de trabajadores de los cuales quedan en el país casi 800 mil; la rama descendente de este ciclo está determinada por la guerra de 1914/18. Por fin el cuarto ciclo se inicia en 1920, alcanza su máximo relativo en 1925, en el cual el número de trabajadores entrados al país apenas supera el de 1890 y se cierra en 1930 en las condiciones ya expresadas.

El desarrollo de la emigración se cumple con caracteres propios. Su primer ciclo se desarrolla entre 1860 y 1885; los migrantes aumentan pausadamente a medida que las condiciones ofrecidas por el país pierden atractivo y descienden en cuanto ellas tornan a brindar mayores ventajas; en 1885 se inicia el segundo ciclo que dentro de caracteres similares al anterior se cierra en 1900. Ambos ciclos se cumplen mediante variaciones muy pausadas; sus amplitudes son reducidas y sus períodos asumen una mayor extensión que las de las otras curvas; pero a partir de 1900 en que se inicia el tercero que se prolonga hasta 1920, los caracteres varían de manera fundamental. El crecimiento de los emigrantes se realiza mediante un brusco ascenso que hace que la curva que los representa adopte un cierto paralelismo con las otras dos. En esta fase se inicia y se realiza de manera sistemática la inmigración “golondrina” es decir la que llega al país con el exclusivo objeto de participar en las tareas de levantamiento y exportación de las cosechas de granos y regresar luego a su país de origen. Este período es el de organización del trabajo asalariado en el campo. Pudo realizarse en virtud de varias causas. La primera consistía en la gratuidad del pasaje de venida hasta Buenos Aires, que acordaba la ley de colonización y la misma franquicia que acordaban los gobiernos nacional o provincial o las empresas directamente vinculadas al levantamiento de la cosecha para llegar hasta las zonas de trabajo. Los jornales relativamente elevados, sobre todo teniendo en cuenta que se trabajaba a destajo y que el costo de la vida en el país de origen del trabajador era discretamente bajo; el cambio de 2 y 1/2 liras o pesetas por peso argentino atribuía a este último una alta traducción en el país de donde provenía el trabajador; la falta de maquinarias en la agricultura y en los puertos de embarque y la necesidad de extraer la cosecha durante el primer cuatrimestre del año para anticiparse en el mercado internacional al arribo de la procedente de Estados Unidos y de Canadá, eran circunstancias quizá no las menos importantes entre las que crearon ese proletariado. Y finalmente la dificultad de alcanzar la propiedad de la tierra: a partir de 1900 se inició, según debe recordarse, la más vasta expansión de la agricultura; ella llevó el precio de la tierra a límites decididamente inabordables a la masa de trabajadores que se incorporaron al país, impulsando el trabajo ocasional en el campo. De acuerdo a las cifras del censo de 1908, el personal ocupado en la agricultura se componía de 578 mil obreros permanentes y 725 mil que se desempeñaban solamente durante la cosecha.