Se cumplió entre 1920 y 1930. Sus características no son similares a las del ciclo anterior sino a las que definen el de los que se cumplieron entre 1860 y 1900. Las variaciones de la salida de trabajadores asumen la misma reducida amplitud que en estas últimas y sin duda una de las razones de ese hecho consiste en que durante la decena de los 1920 fue nuevamente realizada una discreta distribución de tierras en concordancia con la ley 10.676 y a que las condiciones económicas y sociales de Europa continental no impulsan el regreso. Se puede deducir de cuanto precede que ya sea a causa de las pocas posibilidades de adquirir tierras ya en razón de su oficio, ya por fin, porque no tuviera decididamente ningún oficio, la mayoría de la población extranjera que permaneció en el país, quedó residiendo en las ciudades dedicadas al comercio ya la industria. Tanto las actividades agrícolas como las ganaderas exigían en efecto un número reducido de brazos a causa de su carácter extensivo. En los primeros, una familia compuesta de tres a cinco personas a cargo de una chacra de 200 hectáreas, puede desempeñarse perfectamente en la atención de las tareas permanentes y reclamar si acaso la ayuda transitoria con motivo de la recolección de la cosecha; y en cuanto a la ganadería, 10.000 vacunos destinados a la producción de carnes y cueros no exigen dentro de las características propias del trabajo en el campo argentino, más de 10 a 15 hombres; en los campos destinados al ovino,5.000 de éstos suelen estar a cargo a lo sumo de 2 personas. Si se advierte que los trabajos referentes a la ganadería se hallan casi exclusivamente bajo la responsabilidad del trabajador nativo, se puede inferir que la masa de extranjeros que se desempeña en el campo es decididamente reducida.
Hemos aludido a las cifras que el censo de 1908 atribuye al trabajo agrícola; en lo referente al trabajo ganadero, el mismo censo establece que el ocupa a 990 mil trabajadores, de los cuales 635 mil permanentes y el resto transitorios ocupados en trabajos de esquila y otras labores ganaderas. Se puede expresar que la casi totalidad de estos 990 mil trabajadores pertenecen a la nacionalidad argentina, así como es presumible que la mayor proporción del personal afectado a las labores agrícolas sea extranjera. El censo de 1914 se refiere a 2.126.000 personas ocupadas en labores agrícolas y de ellas 626 mil son empleados y peones y el resto familiares del “director” del establecimiento; si como debe suponerse, entre estos últimos la gran mayoría son establecimientos agrícolas, en esa misma proporción se hallarían los nativos y los extranjeros ocupados en el campo.
La permanencia de trabajadores extranjeros en las ciudades tuvo indudablemente su importancia en el desarrollo del comercio, las industrias, en la ejecución de obras diversas, como ferrocarriles. edificios, pavimentación, etc. En el proceso industrial es indiscutible la trascendencia que ellos tuvieron, no ya por la aplicación de las técnicas propias de cada grupo luego barata, permitió la implantación de usinas y su permanente desarrollo.

Es evidente que la existencia del trabajador extranjero postergó la incorporación del criollo a las tareas industriales; un poco porque su tradición lo mantenía atado al trabajo agropecuario; en parte porque carecía de la disciplina necesaria para su incorporación al taller y finalmente porque la preferencia otorgada al obrero extranjero no dejaba grandes huecos para la entrada del trabajador nativo. En este sentido se puede expresar que la cancelación de la inmigración, prácticamente resuelta por el decreto de noviembre 8 de 1932. sobre admisión de extranjeros al reducir su entrada al país, facilitó la incorporación del trabajador nativo a las tareas industriales. Por supuesto que ni lo que precede debe interpretarse en un sentido favorable a la xenofobia ni suponer que bastará ese decreto para los fines expresados. La acción de la crisis iniciada en 1929, la ruina persistente de la agricultura, la rebaja de los jornales a los trabajadores de la campaña, realizada con el objeto de salvar al latifundio de los efectos de la crisis crearon el clima favorable al abandono del campo; es seguro que ese abandono realizado en forma brusca se cumplió en concordancia con la falta de brazos, que la práctica derogación de la ley 817, impuesta por la sanción del decreto mencionado, había determinado. Esta última circunstancia que no era indispensable, y que además había sido convenientemente anticipada por el decreto del 31 de diciembre de 1923, que se confiesa reglamentario de la ley N° 817, no era más que una réplica de la legislación europea que a su vez prohibía la salida de sus ciudadanos, no tuvo evidentemente ese propósito; el mismo no tenía más que un sentido político: pero la consecuencia fue indiscutiblemente ésa. es decir, colaboró con las demás circunstancias expresadas al abandono del campo. a la expansión de la industria finalmente, a la mayor extensión del mercado interior.
El crecimiento total experimentado por la población del país entre 1910 v 1929 desciende de manera gradual desde 4.53% en el año base, hasta 2.5 % en 1929 luego de haber pasado por su máximo absoluto de 51 en 1912 v un mínimo. También absoluto, de 1.18 % en 1915 en concordancia con un aporte migratorio negativo. Entre 1869 y 1895.

