Las exportaciones de cereales y lino han seguido aproximadamente las fluctuaciones de la producción y de los precios en el mercado exterior; a menos que circunstancias accidentales como la guerra de 1914/18 introdujera, con la imposibilidad del transporte, factores de perturbación. Durante el período 1900/1930 los promedios anuales de la exportación, correspondientes a los quinquenios que se mencionan, se expresan en millones de toneladas.
La absorción del mercado interior se expresa de diferente manera según el tipo de cereal de que se trate. Las cifras que lo miden, en valores absolutos y relativos, expresada la primera en millones de toneladas y referidos a promedios anuales de cada cuatro años.
La absorción interna de trigo ha seguido los aumentos propios del crecimiento de la población: durante los años que transcurren desde 1915 hasta 1922 se nota una estabilización de esas cifras y aun una pequeña reducción proveniente de la que experimentó el área sembrada, derivada a la vez de las dificultades de la guerra submarina y de la preferencia que los terratenientes acordaron a la cría del ganado. Esas dificultades se tradujeron en un transitorio aumento de los stocks que luego se eliminaron aumentando la exportación en los años subsiguientes: en efecto la exportación de trigo que en 1915/19 había sido en promedio anual de 2,4 millones de toneladas, creció en el quinquenio siguiente a 3,7, no obstante que también aumentó el consumo interno; ambos crecimientos hallaron satisfacción en el que experimentó el área sembrada durante toda esa decena.
El mismo raciocinio es aplicable al lino y al maíz. Contrastando en efecto las cifras de los dos cuadros anteriores, se puede comprobar que, a una mayor absorción del mercado interior, durante los años 1915/1922 sucede en los años siguientes una mayor exportación que proviene sin duda de los aumentos de las áreas sembradas pero que explican que los aumentos registrados por la absorción del mercado interno dependen más de una reserva del cereal que de un aumento de consumo. El maíz puede constituir si acaso una ligera excepción desde que el mayor volumen atribuido a la absorción interna, pudo destinarse a las mayores exigencias de los ganaderos proporcionales. Entre 1915 y 1918, en que el precio del maíz con la leve excepción de 1917, osciló entre 4,80 pesos y 5.80 pesos los cien kilogramos, la absorción del mercado interior alcanzó el máximo del 55% de la producción: a partir de 1919 la cotización subió desde 6,40 hasta 9,50 en 1924, manteniéndose en 1926 y 27 sobre los 6,25 pesos y en 1928 y 29 sobre los 8 pesos: paralelamente, el consumo interno se redujo desde su máximo de 2,6 millones de toneladas hasta el mínimo de los anteriores 30 años de 1,4 millones. La reducida absorción del lino por el mercado interior no es un inconveniente para que también pueda comprobarse la misma incidencia.

Las plantaciones de alfalfa llegaron a su máximo, dentro de la zona cereal y en el conjunto del país, durante el año agrícola 1921/22. Durante él, el 93% de la superficie total sembrada en el país estaba ubicada dentro de la zona del cereal. A partir de ese año comenzó una reducción de los alfalfares en la proporción que lo expresa el gráfico N°3, y que lleva el que se halla en la zona cereal al 86% del que poseía el país. En esta reducción total es evidente que tuvo una incidencia fundamental el agotamiento de numerosos alfalfares iniciados junto con el auge del frigorífico; es seguro que también tuvo influencia en ello la erosión que a partir de esos años comenzó a castigar algunos sectores del oeste de Buenos Aires y este de La Pampa. Se puede advertir en efecto, que parte de los referidos alfalfares que el año 1921/22 llegaron a su máximo de 8,5 millones de hs., fueron sustituidos con el lino que es la planta que mejor se aviene a la rotación con la alfalfa, y también con otras plantas forrajeras, maíz, avena, cebada y centeno.
Las plantaciones de lino alcanzaban a principios del siglo unas 200 mil hectáreas. se desarrollaron de una manera tan veloz que en el año agrícola 1913/14 alcanzaban a 1,5 millones: siguen de ahí un acentuado descenso hasta que a partir de 1921/22 es decir, en concordancia con la reducción de los alfalfares, comienzan a ascender hasta lograr en 1930 cerca de 3 millones de hs. Se sabe que la zona más densa de las plantas Santa Fe y de Entre Ríos; las plantaciones de esta oleaginosa se desarrollaron luego por toda la zona central y sur de Buenos Aires y la zona sur de Córdoba, es decir la destinada a los alfalfares.
Lo propio ocurre con las demás forrajeras, maíz, avena, cebada y centeno. Sin perjuicio que la siembra de algunas de ellas, como el maíz, se realizará desde largo tiempo atrás, tanto las áreas de cultivo reciente como las demás, experimentaron a partir de 1922 un crecimiento decididamente importante. El maíz pasó en efecto desde 3 millones de hectáreas hasta 5,5 millones: la avena desde menos de 1 millón hasta 1,6 millones; la cebada desde 250 mil hasta 600 mil y el centeno desde 100mil hasta 700 mil hs. Todas ellas con excepción si acaso de la cebada son además industrializadas en reducida extensión y si bien el maíz es desgranado y destinado al consumo en ese estado, en los demás bastaría observar las curvas que traducen las variaciones de las áreas sembrada y cosechada para advertir a través de su discrepancia el aumento registrado en las superficies destinadas al pastoreo a expensas del área cosechada. Esta discordancia es más acentuada durante el período que se inicia en 1922 es decir en el de mayor declinación de la alfalfa.