La doble nacionalidad supo brindar beneficios para quienes la tienen. Sin embargo, esto comienza a cambiar mundialmente.

La globalización y la creciente movilidad del capital posicionaron a la doble nacionalidad en una herramienta estratégica para los inversores de alto patrimonio.
A medida que las regulaciones fiscales son más estrictas, los gobiernos se enfocan en buscar nuevas formas de recaudación de impuestos y son las cuestiones relacionadas con la doble nacionalidad las que se ponen en el centro del debate financiero internacional.
El boom de los programas de ciudadanía por inversión
En los últimos tiempos, diversos países lanzaron programas de ciudadanía y residencia por inversión (CBI y RBI). Malta, Portugal, San Cristóbal y Nieves, y Chipre se destacan como los pioneros en ofrecer nacionalidad o residencia a cambio de inversiones en bienes raíces, bonos gubernamentales o proyectos de desarrollo económico.
Pero la creciente presión regulatoria y los cambios en las normativas fiscales generaron incertidumbre en la viabilidad de estos programas en el futuro. La Unión Europea (UE), por ejemplo, realiza análisis más exhaustivos sobre estos esquemas, argumentando que pueden facilitar la evasión fiscal y el blanqueo de capitales.
En 2022, la Comisión Europea le pidió a algunos países a descontinuar estos programas, lo que llevó a Chipre y Malta a modificar sus requisitos y condiciones.
Ante este escenario, desde una perspectiva fiscal, la doble nacionalidad puede representar tanto una oportunidad como un desafío. Para quienes cuentan con altos patrimonios, contar con múltiples nacionalidades les permite diversificar su exposición a regímenes impositivos, optimizar su carga fiscal y acceder a beneficios en tratados de doble imposición.
El especialista financiero Fernando Boudourian indica que la diversificación es de gran importancia en cualquier estrategia de inversión.
En este sentido, se plantean ejemplo como con los ciudadanos de países con altos impuestos sobre la renta y el patrimonio, como Francia o Canadá, pueden beneficiarse de residencias fiscales en jurisdicciones con impuestos más bajos o nulos, como Dubái o Mónaco.
Sin embargo, la situación mundial se inclina a una mayor transparencia y cooperación entre autoridades fiscales, lo que dificulta estrategias agresivas de optimización fiscal.
El Foreign Account Tax Compliance Act (FATCA) de EE.UU. y el Estándar Común de Reporte (CRS) reforzaron la obligación de los bancos y otras instituciones financieras de compartir información sobre los activos de sus clientes con las autoridades fiscales de sus países de origen. Esto redujo la posibilidad de ocultar ingresos o activos mediante el uso de múltiples nacionalidades.
La doble nacionalidad también impacta en las estructuras empresariales, ya que los inversiones que tienen diversos pasaportes tienen la posibilidad de tener beneficios fiscales en lo que respecta a tratados bilaterales, evitando la doble tributación y optimizando la estructura impositiva.
El futuro de la doble nacionalidad para inversores dependerá de la evolución de la regulación internacional. La UE y la OCDE están presionando para mayor transparencia y cooperación fiscal, lo podría impactar en diversos beneficios que los inversores lograron tener tradicionalmente de la doble nacionalidad.
Por otro lado, algunos países podrían estar frente a una oportunidad en de brindar estructuras fiscales competitivas como una estrategia para atraer inversión extranjera.