La explotación racional de la especie porcina es reciente en el país; hasta fines del siglo xix los ganaderos no le prestaron ninguna atención absorbidos por el cuidado de ovinos y vacunos. Los cerdos que existían en número relativamente crecido, herederos de los que fueron introducidos durante la conquista, habían perdido sus caracteres zootécnicos: eran herbívoros lo cual les impedía criar grasa; y aún hasta muy cerca de 1880, permanecían por los cañadones en estado salvaje. Los pocos que eran cazados para amansarlos y cebarlos, llevaban vida doméstica en las cercanías de los centros poblados. 

Esta costumbre fue acentuada a medida que aumentaba la inmigración europea, porque el nativo no sentía atracción alguna por ese tipo de carne. Hacia 1890. En concordancia con la extensión de los cultivos de maíz, se iniciaron las importaciones de algunas razas mejoradoras. Pero fue posteriormente a 1900, con motivo de la incorporación en gran escala del frigorífico, que los ganaderos fijaron su atención en el porcino. La importación de nuevos reproductores de origen inglés y americano acordaron a esta explotación un carácter científico similar al de que fueron objeto los vacunos, ovinos y yeguarizos. A fin de obtener como consecuencia del refinamiento del ganado criollo, las condiciones de precocidad y prolificidad que se habían logrado en otros países fueron ensayadas numerosas razas y seleccionadas las que lograron pronto los primeros puestos de la estadística de mestizos, la Duroc Jersey, la Poland china, y la Berkshire; las dos primeras proporcionan animales  que se adaptan a la alimentación por medio de alfalfa y maíz, y la segunda, animales de madurez temprana aptos para aprovechar en su crianza los subproductos de lechería. 

La explotación de la especie porcina está en el país estrechamente ligada a la zona cereal y en efecto, computados los animales objeto de recuento en los diversos lugares, su número aparece acordando predominio a las provincias integrantes de dicha zona. La región del cerdo es justamente la que acuerda mayor extensión a la zona del maíz, es decir la mitad norte de la provincia de Buenos Aires, el sur de Entre Ríos, de Santa Fe y de Córdoba y el nordeste de La Pampa.

El proceso de mestización de esta especie ha corrido como es presumible paralelamente al desarrollo de las áreas sembradas con maíz y al de la existencia en la respectiva provincia. El primero acusaba ya en 1908 un porcentaje de 20 a favor de los animales mestizados; en 1914 eran 38 % los mestizos y 62 % los criollos; el censo de 1930 acuerda estas cifras a las diversas razas: Duroc Jersey 33,5 %; Berkshire y P. China 23,5%, otras 10,8 %. Los mestizos y puros eran el 67,8 % del total del país. La explotación del cerdo comenzada de manera racional a principios de este siglo destinó su producción al comercio interno; por extensiones graduales hacia 1912 se faenaban ya 120 mil cabezas consumidas exclusivamente en el mercado interior. La exportación a Gran Bretaña comenzó en concordancia con la primera guerra mundial; la incorporación de los frigoríficos norteamericanos impulsó la mestización, la faena, la industrialización total del animal, y en cuanto las condiciones fueron favorables, la exportación. 

Ella representaba en 1914 el 3 % de la faena; el mercado interior absorbía entonces el 97,0%. Durante la guerra, la exportación aumentó hasta el 45 % en 1920, porcentaje que entonces representaba casi 300 mil cabezas. En los años que transcurren entre 1923 y 26 la faena se redujo considerablemente desde 625 mil cabezas hasta 430 mil, en concordancia con los precios que logró el maíz y que en esos años estuvo sobre los $9 por cien kilogramos. 

Es notorio, en efecto, que la relación cerdo maíz liga de manera rígida a ambos productos; sabiendo que se requieren 6 kilogramos de maíz para obtener un kilogramo de carne de cerdo, la producción y desde luego la faena de este último se reduce o se acelera según que el precio del cerdo sea por unidad inferior o superior a 6 veces el del maíz. A partir de 1926 la cotización del maíz con excepción del año 1928, comenzó a bajar hasta tocar poco después de 1930 sus puntos mínimos, y correlativamente la exportación de carne de cerdo fue en aumento hasta alcanzar la faena de 1929 a casi un millón de cabezas. La cuota absorbida por el mercado interior estuvo permanentemente sobre el 75 % de la faena.