El proceso de urbanización del país no puede pues, ser objetado; él se cumple dentro de las condiciones apropiadas al desarrollo del capitalismo; la etapa realizada entre 1895 y 1914.a pesar de su lentitud y de los términos prudentes en que se mantuvo, dio lugar a la primera fase de la industrialización cuyo desenvolvimiento denotan las cifras del censo realizado en la fecha últimamente mencionada. En esa fase se instalan las primeras grandes empresas y con ello se produjo la expansión y diversificación de las clases medias y fa aglutinación de la masa trabajadora, que a veces en concordancia con aquéllas, a ratos en discordancia, hicieron indispensable la reforma electoral de 1912 y facilitaron el acceso al gobierno de una expresión más genuina de sus intereses. Lo que sí es objetable es la imagen acordada al país con su auxilio. No era en efecto indispensable que la organización del país se realizará por intermedio de Buenos Aires y en detrimento de los otros núcleos poblados. Bien está, por supuesto, que la Argentina cuente con una ciudad de la magnitud de su Capital que le permitiría realizar vastos proyectos referentes a la convivencia de grandes masas humanas. Pero las indiscutibles ventajas de todo orden que suponen las agrupaciones humanas no consisten exclusivamente en contar con un crecido número de habitantes sino en facilitar a éstos los beneficios de la agrupación. Buenos Aires había comenzado ya desde antes de finalizar el siglo xix a acumular dentro de sus límites todas las ventajas inherentes a su condición de capital del país, absorbiendo con tal tenacidad, con tal exclusivismo, que no acordaba al resto del mismo ninguna participación.

La urbanización de la Argentina se ha realizado como expresión de su estructura económica. El hecho típico de ella consistió en la falta de paralelismo entre el desarrollo de los distintos productos agrícolas y eso depende de la diversidad del mercado para el cual producía. El litoral, pudo avanzar a mayor velocidad, porque mientras su mercado de consumo poseía una absorción prácticamente inagotable, los del azúcar, el vino, la harina, el algodón, etc., quedaban limitados al mercado interior y aun trabados por todas las limitaciones que le imponía el comercio exterior. El litoral fue pues la zona más evolucionada, la que con mayor celeridad inició la concentración de la propiedad territorial, el desplazamiento de la pequeña producción por la grande y el encarecimiento de la tierra; y a la vez, pudo iniciar el pasaje de la economía agropecuaria a la industrial. Pudo así captar con toda facilidad el resultado de la despoblación del campo que necesariamente debía producirse en mayor proporción ahí donde las condiciones históricas terminan en.

Este proceso ofrece, sin embargo, dos aspectos contradictorios y que explican la anomalía de la estructura económica de la Argentina. El primero, consiste en el conjunto de factores que acuerdan una definida modalidad a la agricultura de la zona cereal: sujeción a las imposiciones del exterior, carácter extensivo de ella, régimen de propiedad de la tierra, implícita limitación de la población, etc. Ellos crearon las condiciones necesarias para que el desarrollo de las otras zonas fuera permanentemente resistido. El segundo es que la Capital Federal, en su doble condición de asiento del capital comercial y de vínculo geográfico con el exterior, polariza a tal punto su carácter representativo de la zona del cereal hasta absorber la mayor proporción de sus actividades; ni uno ni otro de esos hechos se avenía con un desenvolvimiento armónico del país, pero ambos por acciones sucesivas contribuyeron a crear el clima propicio a la concentración humana.

Una consideración de ella que facilitara el conocimiento más íntimo conduciría a establecer que el Gran Buenos Aires, en que por razones de crecimiento ha desembocado la Capital, constituía en 1914 una agrupación humana que representaba el 25,2 % de la población total del país, y que en 1938 era el 29,3%,Los organismos oficiales que tuvieron bajo su responsabilidad las tareas censales de 1947 establecieron como límite mínimo de la urbanización la población de 2.000 habitantes; si bien ella parece lógica, de acuerdo a las condiciones vigentes en el censo de ese año, a fin de que sean comparables con las anteriores, es preciso reducir a la misma base, el número de centros urbanos hallados en los censos de 1869, 1895 y 1914.Los del primero eran 47, de los cuales 30, igual al 64 %, se hallaban en la zona litoral, 5 en Córdoba y 1 en Tucumán; en 1895 habían aumentado a 113, de los cuales 92, igual a 81,5 %,en la zona litoral y dentro de ella 61 en la provincia de Buenos Aires, 5 en Córdoba y 2 en Tucumán. En 1914, eran 299:194, o sea 65 %, estaban en la zona litoral, pero 122 en la provincia de Buenos Aires, 45 en Córdoba y 18 en Tucumán. Se puede concluir pues que, desde el punto de vista de la densidad y ubicación de los centros urbanos, el centro de gravedad de la población, que a principios del siglo se hallaba en la proximidad de Córdoba, había caminado un largo trecho hacia el Este, pe entrado en la provincia de Santa Fe y en relativa proximidad de Rosario. La velocidad con que se había producido este movimiento fue mayor entre 1869 y 1895 que entre esta última fecha y 1914; entre ellas el centro de población había experimentado un ligero detenimiento a causa del notable progreso de la provincia de Córdoba, cuya rápida urbanización había hecho descender el porcentaje propio del litoral. Corresponde hacer notar que primeramente ese progreso de la provincia de Córdoba había tenido lugar en la mitad, lo que no favorecía un detenimiento prolongado del centro de población; y finalmente que dicho progreso en la urbanización de esa provincia, coincide y confirma su ingreso a la zona del cereal a partir de principios de este siglo.